Tomás Elejalde tiene la responsabilidad de conducir al éxito la movilidad en el Valle de Aburrá desde la gerencia del Metro de Medellín, distinción a la que llegó después de pasar por cargos técnicos como Jefe de Ingeniería, Gerente de Operaciones y Director de Planeación de la misma entidad.
Especialista en Alta Gerencia de la Universidad de Antioquia, Elejalde vivió en Alemania de los 3 a los 4 años y regresó a los 18 para estudiar Ingeniería de Fabricación en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Colonia (Alemania), Administración de Empresas e Ingeniería Económica en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Mönchengladbach y trabajar por 4 años y 11 meses en la empresa Nordmann KG en la ciudad de Colonia. Y durante ese tiempo, para evadir la nostalgia gastronómica, cocinaba toda una olla a presión llena de fríjoles y la congelaba por porciones para toda la semana.
Convencido de que “las salchichas y las cervezas solo me saben ricas en Alemania”, Elejalde asegura que, de la cultura y la organización social alemana, tenemos mucho que aprender.
Elejalde: El alemán tiene una forma de vida mucho más reglada, tiene muy claros los objetivos de vida y esto impacta en aspectos como el modelo de las escuelas donde apuestan por la metodología de aprender jugando y por articular de manera permanente la teoría y la práctica. Otro aspecto para resaltar es que el alemán mantiene viva la historia del siglo pasado y se mantiene en el pénsum con un objetivo claro: vamos a entender qué pasó para que no se vuelva a repetir. Es clave para que no se cometan de nuevo los mismos errores, pero, además, enseña algo fundamental para la vida: la humildad, la posibilidad de reconocer que no son un pueblo superior, sino un pueblo muy trabajador, consecuente y resiliente para avanzar en procesos como su reunificación.
Elejalde: Ha sido enriquecedor estudiar allá y conjugar teoría y práctica: que a uno le enseñen sobre procesos de robótica, procesos industriales de fabricación y metalmecánica y poder conocer fábricas como Audi, Mercedes Benz, BMW o Siemens y, así, uno ve perfectamente para qué está estudiando y cuál es la aplicación que ese conocimiento tiene en la punta de la tecnología. ¡Es demasiado enriquecedor cuando uno estudia ciencias aplicadas!
Elejalde asegura que, de la cultura y la organización social alemana, tenemos mucho que aprender.
Elejalde: Allá no hay espacio, son 82 millones de habitantes en lo que es la tercera parte del territorio de Colombia, y su cuidado del medio ambiente es admirable. No hay energía atómica, ya está prohibida por la Constitución, pero tienen tantos métodos de energía renovable como molinos de viento, paneles solares y biomasa, que hay momentos del año en que hay tanta energía en la red eléctrica, que esta tiene precio negativo; así mismo, su cuidado del agua, el reciclaje y la apuesta por los vehículos con energía renovable.
Elejalde: Valores como la familia y la forma como cuidamos a nuestros viejos. Para un alemán es muy sorprendente ver la cotidianidad de la vida de un barrio de Medellín, ver que sus vecinos se juntan a hablar en la calle, que las familias se reúnan varias veces al año (no solo por Navidad) y que las relaciones personales sean tan fuertes.
Elejalde: Aquí nos es difícil entender que la fortaleza de la industria está sustentada en un nivel de escolaridad que aquí no hemos valorado lo suficiente: los técnicos y los tecnólogos. Allá se puede vivir muy bien siendo técnico o tecnólogo y eso permite que gran parte de la población tenga los recursos para vivir dignamente y tener poder adquisitivo, lo que se traduce en una mayor equidad en la población y eso no exonera que hay una cultura muy clara por los títulos universitarios de mayor jerarquía, por lo que en Alemania no se le dice doctor a cualquiera.