Lo que aprendimos

Con la llegada de la pandemia a Colombia, en el Deutsche Schule Medellín analizamos la situación y  adaptamos nuestro modelo pedagógico a una nueva realidad. Según Álvaro Monroy, Jefe del Área de Informática y  Coordinador de la Mesa TIC del Colegio: “desde hace ya un buen tiempo llevábamos preparando un modelo basado en la informática”. De ese modo, los profesores recibían capacitaciones periódicas, para que fueran incorporando nuevas tecnologías en el salón de clase, y el personal de Tecnología del Colegio iba adaptando nuestra infraestructura tecnológica a las nuevas condiciones. Esto, sin duda, permitió desarrollar rápidamente nuevas formas de abordar la educación. Una vez se tomó la decisión de dejar la presencialidad, tanto Álvaro como el equipo de Capacitaciones, con Manuela Vogelgesang a la cabeza, empezaron un proceso de planeación que permitiera que las clases se dieran sin ningún contratiempo.  

Sin lugar a equívocos, las nuevas condiciones significaron, además, una aceleración en los procesos de innovación educativa. “En un ambiente normal, creo que los logros que alcanzamos en este tiempo se habrían dado en, por lo menos, tres años”, expresa Manuela.  

En estos meses se reforzaron conceptos como responsabilidad, manejo del tiempo, autonomía y  diferenciación. La disposición al cambio ha sido fundamental para lograrlo. “Hemos visto que podemos hacer las cosas de otra forma, ajustando los procesos para ofrecer siempre la mejor calidad académica”, asegura Anke Käding, Rectora del Colegio. Ahora, el reto es pensar en un modelo híbrido de educación que, incluso, permita que, si los estudiantes deben quedarse en casa, por cualquier circunstancia, puedan seguir participando en clase. 

El trabajo remoto desarrolló las competencias en tecnología de toda la Comunidad Educativa. Los teléfonos y los computadores dejaron de ser herramientas que se usaban solo para acceder a las redes sociales y se convirtieron en centros productivos. Manuela Vogelgesang afirma que los estudiantes aprendieron a utilizar programas que no solo serán útiles en el Colegio, sino que les servirán en el futuro, en la universidad o en entornos laborales. Además, los estudiantes pasaron de ser receptores a ser creadores digitales.

Una de las habilidades más importantes: “aprendimos a establecer nuestros límites”, dice Anke Käding. “En este contexto, era fácil que los empleados siguieran trabajando después de la hora indicada o que los estudiantes siguieran enviando mensajes, aun cuando las clases habían terminado”, dice la Rectora. Con el avanzar de los meses, cada quien empezó a administrar su tiempo de manera más efectiva.

Con la distancia, la tecnología y los procesos de comunicación facilitaron el trabajo colaborativo, uno de los pilares de nuestro modelo pedagógico. Los aprendizajes, basados en proyectos, fomentaron la creación en conjunto. Fue importante, también, encontrar el equilibrio entre el trabajo individual y el trabajo en equipo. Además, generar espacios de contacto social fue importante, pues son fundamentales en la infancia y la adolescencia.

A pesar de que las clases se desarrollaron de manera sincrónica, muchos de los procesos dependían plenamente de un trabajo independiente. “Poco a poco, todos los estudiantes aprendieron a aprovechar al máximo las herramientas tecnológicas”, explica la señora Käding. Gracias a la autonomía, además, los profesores desarrollaron nuevas metodologías, que permiten un trabajo mucho más creativo.

Los procesos remotos permitieron que los profesores pudieran dedicar más tiempo a cada estudiante, de acuerdo con sus necesidades. Cada estudiante avanza de forma diferente y la autonomía y la independencia dieron la posibilidad de que cada uno siguiera su propio camino. Así, según la señora Vogelgesang, ahora los mismos estudiantes son los que deciden cómo quieren aprender y en qué formato presentar sus trabajos y asignaciones.