Jugar para aprender

Creatividad, curiosidad y autonomía, se incentivan con la lúdica.

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El juego, además de ser una actividad divertida, es básico en el desarrollo de los niños y las niñas. Es fundamental en la primera infancia, puesto que es la forma inicial en la que los pequeños conocen el mundo. Así se entiende en el Colegio Alemán Medellín y es por ello por lo que desde el Kindergarten se impulsa, como una herramienta válida de enseñanza y aprendizaje. “A través del juego, los profesores tienen la posibilidad de conocer a cada estudiante en su integralidad”, explica Anne Krüger, Directora de la Sección. 

Según las profesoras de Klasse 1, Katherine Álvarez y María Eugenia Ramírez, expertas en neuro psicopedagogía infantil, el juego es una actividad esencial, pues permite la experimentación y el desarrollo de la creatividad. Es también una herramienta que potencia la imaginación al mismo tiempo que permite la adquisición de habilidades afectivas, pues es un buen escenario de trabajo en equipo en el que se aprende tolerancia, el manejo de las habilidades sociales, emocionales y comunicativas. 

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Aprendizajes

Aunque no sea evidente en un primer momento, las actividades lúdicas son, como ya se dijo, una de las primeras formas en las que se aprende. Se busca, entonces, que al jugar se descubra el mundo y, por eso, la importancia de propiciar estos espacios en el aula de clase. Sin embargo, antes que nada, el juego debe ser eso, juego, por lo que no debe ser calificado ni evaluado, “no debe haber presión”, agrega María Eugenia.  

Para Anke Käding, Rectora del Colegio, “el juego permite que los niños aprendan de manera integral”. De hecho, los procesos se dan a partir de aprendizajes significativos, experiencias divertidas que generan impacto en la mente de cada individuo. “Es normal que hagan preguntas, que sean curiosos. Aprender no solo es sentarse en una mesa con un libro, aprender también es jugar”, añade la señora Käding. Con el juego, por ejemplo, se enfrentan a la solución de conflictos y, también, se incentiva la curiosidad. 

Autonomía y creatividad

“El juego dirigido”, cuando está bajo la intención del profesor, busca estimular habilidades de los niños como la motricidad, el pensamiento lógico, las habilidades sociales, el autocuidado, entre otros. De ese modo, retomando las palabras de la señora Krüger, Directora de Kindergarten, las actividades lúdicas, con una intención, permiten acompañar a los estudiantes en sus procesos de descubrimiento y aprendizaje.  

Otra manera de buscar el desarrollo es el juego libre, una actividad que aporta al desarrollo de la autonomía pues, generalmente, las instrucciones no existen y son ellos mismos quienes ponen las reglas y deciden qué hacer. Estos momentos también son importantes: al crear sus propios juegos y normas, hay un valioso impulso creativo. En este punto es importante entender que está bien no hacer nada, porque los niños necesitan descansar, sobre todo, cuando tienen una agenda llena con actividades escolares y extracurriculares. “Si los profesores o los padres programan todo el tiempo, empezamos a decidir por ellos y no existe la independencia”, dice Katherine Álvarez. El juego libre es un momento para que los niños sientan que pueden pensar por sí mismos y así tomar sus propias decisiones. 

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